oporto

El camino era recto, y la ley de la gravedad ayudaría a hacerlo fácil. Paulo Bulhão se giró con toda la elegancia que pudo encontrar, cerró los ojos para sentir las últimas caricias del sol tardío, y empezó a bajar entre las vías, recordando aquello de que la línea recta es el camino más corto para huir. Paulo no cayó en la cuenta, sin embargo, de que la traidora luz no dejaba ver el final y, sobre todo, de que habría estado bien conocer el horario del tranvía.

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