noche americana

Yo tenía un reloj que adelantaba y atrasaba cuando quería. Literalmente. Por ejemplo, en cuanto se enteró de que no me gustaba madrugar, se adelantaba cada noche dos horas, se ponía a sonar como un loco, y esperaba después, en medio de un silencio expectante, a que subiera la persiana. Entonces llegaban, juntas, mis maldiciones y sus carcajadas.

También tenía una novia, Ana, que no le gustaba a mi reloj. Cada vez que tenía una cita con ella, se paraba una hora antes y sólo cuando ya era muy tarde para todo, ponía sus manecillas a girar como ventiladores. Estas tonterías me crearon muchos problemas, no sólo por los plantones que di, sino, sobre todo, por lo increíble de mis explicaciones: "¿Que dónde estaba a la seis en punto? ¡Si hoy no ha habido seis en punto!". "Y mañana, ¿crees que mañana habrá seis y media?". Cuando ella contestaba así me parecía notar cierta ironía, pero hacía como que no entendía nada y seguía hablando de otra cosa. Pensándolo ahora, así, en plan flashback peliculero, no podría asegurar que tuviera más de dos citas con ella: la primera y la última. ¿O fue sólo una?

Un día especialmente atroz en lo que al tiempo se refiere, y no hablo del atmosférico, ella me llamó para decirme que no quería verme más. No me extrañó, pero me cabreó bastante tanta incomprensión, así que poco después, o quizá fue poco antes, empaqueté el reloj y se lo envié como regalo de despedida.

Nadie ha vuelto a saber de Ana.

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